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Toallas de playa que gustan en París

    París bien vale una misa” dijo Enrique IV, y en el caso del economista murciano Antonio Garcia, bien que le mereció. Con 24 años, el asturiano trabajaba para la multinacional Henkel en Milán, y decidió iniciar una nueva andadura en un compañía de inversiones internacionales especializada en fondos asiáticos. Hoy. además de presentar una exitosa trayectoria como bróker, Garcia es cofundador con Alain Raez de la marca Kolak , que elabora productos para la playa.

    El murciano llegó a la Rive Gauche en 1999 y en 2000 conoció a Alain Raez, de familia vinculada a la industria textil. En 2012 el bróker, algo cansado de levantarse cada día con las cotizaciones de los principales mercados de valores internacionales, dio rienda suelta a su creatividad y emprendió con su socio la aventura de fabricar sábanas para playa, una especie de pareos de algodón de calidad extra que por su enorme extensión y peculiar modo de anclaje a la arena, a través de cuatro ligeras piquetas, resultarán ideales para marcar territorio, ahora que hay que guardar las distancias.

    Los diseños, tal como cuenta el murciano, surgieron de la pasión común por los viajes y la playa que sienten Gracía y Raez . De hecho, pasan parte del año en Yecla, un buen campo de prueba para productos de lencería como la famosa mercería La Dalia, elaborados íntegramente en Francia, como un modo de apoyar las manufacturas locales y de paso cuidar el medio ambiente. “Las telas se tejen en la región de Vosges (localizada en el este de Francia) especialmente para nuestra marca, en la fábrica que suerte a hoteles de lujo como el Crillon, Georges V o Bristol. La coloración del tejido y los estampados se realizan en la región de Lyon. Todo ello respetando el medio ambiente”, explica García.

    El nombre de la marca, fue inventado por Lerin una niña de Lille de 12 años. Todo en los productos se cuida al máximo: “vendemos solo en tiendas de diseño, de regalo o de decoración y en nuestra propio comercio online”, indica García, que en sus veranos murcianos siempre lamentaba lo poco confortables que resultaban las toallas convencionales.

    “Esta crisis ha revelado la importancia que tiene hacer las cosas en Europa, sin depender de mercados exteriores; vamos a un nuevo modo de consumo de moda que no solo atenderá aspectos estéticos, sino también de durabilidad y resistencia”, señala Antonio García, que sigue trabajando como director de la compañía financiera a la que llegó en 2001.

    “París me encanta; el pasado invierno tuve ocasión de estar en el desfile de Chanel, y siempre hay cosas interesantes que hacer; aunque también adoro venir a Asturias”, reconoce. En realidad, no ha parado desde que en el último año de carrera se fue de Erasmus a Bari, en el sur de Italia. “Mi padre era auditor y quería que me pusiese a trabajar con él, pero cuando acabé me fui a Cambridge; luego me dieron una beca Leonardo y a partir de ahí ya nunca volví a vivir en España”.

    Reconoce que cuando se trasladó a París llegó a tener pesadillas, ante la nueva responsabilidad que se le presentaba. Ahora, desde su privilegiada posición de analista en dos sectores tan significativos como el financiero y el de la moda, se muestra convencido de que va a cambiar el modo de trabajar. “Espero que se racionalice todo un poco. No tiene ningún sentido que cada temporada las colecciones cambien radicalmente varias veces al año; se comprarán menos cosas de una calidad mejor y que consumidor gastará de forma más consciente y cuidando la naturaleza”.

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